
A masterpiece!
No recuerdo dónde lo leí, pero lo leí hace poco. Es decir, al menos en la Suiza alemana, la trenza forma parte del desayuno de los domingos. Pero antes de poder comerlo, hay que hornearlo. (¡En Swakopmund se puede comprar buen pan, pero aquí la gente no conoce la trenza!)
Le sugerí a Brigitta que me encargara de hornear y pensé que podría hacerlo con la ayuda del libro de cocina. Lo de los ingredientes era una cosa. Pero el hecho de que luego usé el batidor en lugar de las paletas para mezclar la masa no fue tan bueno. Lo que tampoco estuvo bien fue que intenté amasar la masa sin suficiente harina. Pronto mis dos manos estuvieron llenas de masa y me sentí algo indefenso. Si Brigitta no lo hubiera quitado con una espátula, habría estado librando una batalla perdida.
Con la amable ayuda de Brigitta, que también trenzó la masa, esta mañana no habría habido una trenza en la mesa. Era sólo sábado; pero como el domingo vamos al Namib Naukluft Park para celebrar la navidad allí, ya hicimos el desayuno del domingo el sábado. Nunca olvidaré el momento en que abrí el horno y recogí «mis» primeras trenzas caseras.
PS: Si quieres saber más sobre la historia de la trenza, lee aquí.