
Sweet Temptation!
Como saben los lectores de esta columna, me encantan los dulces. Mis amigos me pusieron el sobrenombre de «Paul, el goloso». Es cierto que cuando veo algo dulce es difícil resistirme. Así fue hace muchos años cuando conocí a Brigitta, mi esposa, en el Caribe…
Mi abuela despertó mi deseo por los dulces. Para cada cumpleaños, les preparaba un pastel a sus nietos (lo llamaba «ladrillo»), del que todavía hoy sigo hablando maravillas. También aprendimos a compartir con éste. La primera inicial en el medio del pastel (en mi caso era una P) pertenecía al cumpleañero. El resto fue compartido. (¡Envidiaba a mi hermana Marianne porque una M ocupa más espacio que una P!)
Volvamos a las galletas una especialidad de mi abuelo. Todavía lo recuerdo sentado detrás de la plancha de galletas en la cocina, que olía deliciosamente. Así olía hace unos días en nuestra cocina de Kandersteg cuando lo preparé brätzeli. Nuestro vecino, un verdadero Oberland bernés, me hizo un gran cumplido ayer cuando dijo en el dialecto más amplio del Oberland bernés: «Das si di beschte Brätzeli woni je gässe ha» (Estos son los mejores galletas que he comido). Mi abuelo probablemente estaría orgulloso de mí si supiera eso…
PS: Si quieres probar Brätzeli o quieres hornear tú mismo, lee aquí.