Si conduces hacia Asti, el paisaje cambia. De repente, el valle del Po y sus extensos arrozales quedan detrás del viajero. La vista ve hermosas colinas cuyas laderas están cubiertas de enredaderas. Vides hasta donde alcanza la vista; un viñedo sigue al siguiente. Los pueblos que se encuentran en lo alto de las colinas son verdaderas joyas y el pueblo está dominado por iglesias y otras torres. Las calles estrechas requieren cierta habilidad por parte del conductor de un coche más grande que un Fiat Cinquecento.

Pero el Piamonte no es sólo la cuna de los vinos famosos, sino también la cuna de las avellanas. Fue aquí donde, en 1940, el pastelero Pietro Nutella inventó la pasta de avellanas que lleva su nombre y se puede encontrar en todo el mundo. Pero no nos sentíamos como Nutella; nos apetecía más avellanas recién tostadas.

El día anterior habíamos descubierto un cartel a lo largo de la carretera que indicaba una empresa donde se procesan las avellanas: Azienda Agricola Terre Bianche. El encantador y competente propietario nos condujo a través de la nave de producción donde se lavan, secan y clasifican las avellanas recolectadas. Luego se pelan, se elaboran delicias o se envasan en cantidades mayores o menores. Era lógico que prefiriéramos el pack más grande y nos despedimos de la Signora Beviona con más delicias de avellanas bajo el brazo.