En sólo dos semanas estaremos haciendo las maletas para volar a Zúrich vía Dubái. Sin embargo, no nos quedamos allí, en una de la ciudad más cara del mundo, por mucho tiempo. (¡Algunos de mis amigos de Zúrich también piensan que es la ciudad más hermosa!) Bueno; tras una breve parada nos dirigiremos a Kandersteg, en el Oberland bernés donde majestuosas montañas nevadas se elevan hacia el cielo.

Pero todavía estamos en Swakopmund. Hace unos días nos desviamos de aquí hacia las montañas de Erongo, a unos doscientos kilómetros de distancia. Nos encanta esta zona por su austera belleza. Y después de unas lluvias breves pero intensas, aquí es aún más bonito. Todo es verde, lo que no sólo agrada a la vista sino también a las gacelas, que pueden comer hierba tierna.

Brigitta había reservado un lugar para pasar la noche en la granja de huéspedes de Omandumba. (No escribo acampar porque en Europa te imaginas algo completamente diferente: ¡desde la granja hasta el campamento conduces veinte minutos en modo 4×4!) Nuestro gato nos acompañó en este viaje. (¡Ella siempre está con nosotros cuando no vamos a parques nacionales donde no se permiten mascotas!) Y parecía disfrutar este cambio de hogar tanto como nosotros.

Le gustó tanto que simplemente desapareció el día del viaje de regreso. ¡Afortunadamente Brigitta tenía consigo su flauta mágica! (Una flauta india que compramos en Arizona en 2011). Luego interpretó una canción que ella misma compuso durante nuestro viaje alrededor del mundo. Tan pronto como nuestra gata escuchó esta melodía, vino corriendo directamente hacia nosotros. (¿Quién no piensa en El flautista de Hammel?) Los tres regresamos en dos horas y media a Swakopmund, donde la temperatura era diez grados más baja que en Erongo: ¡27° C en lugar de 37° C – y hay mosquitos aquí también no!

PS: Si quieres saber más sobre las montañas Erongo y Omandumba, lee aquí.