Hace casi 50 años, mi hermano y yo estábamos en Agadez, Níger. Ese fue el momento en que aún se podía viajar al norte de África y al Sahara sin temor a ser secuestrado. En Agadez conocimos al herrero de Agadez, al que René Gardi, escritor y viajero suizo, dedicó un capítulo de su libro «Entre artesanos africanos». En ese entonces, nos sentamos en la choza de barro de Mohammed Umama durante medio día y vimos cómo hacía cruces de Agadez con las monedas suizas de 5 francos que teníamos con nosotros utilizando la técnica de la forma perdida. Estas cruces se usan como amuleto con un cordón de cuero alrededor del cuello y tienen la forma de la Cruz del Sur.

Anteayer, en Okondeka Camp, nos sentamos bajo la Cruz del Sur. Hace días que no tenemos conexión WiFi; durante días habíamos viajado solos por las montañas de Erongo. Aquí estás lejos del próximo pueblo y extrañas fuentes de luz. La vía láctea era mucho mejor para ver, extendiéndose sobre nosotros de horizonte a horizonte.

PS. La constelación de la Cruz del Sur sirvió como brújula para las caravanas en el Sahara durante siglos cuando viajaban por el desierto por la noche para evitar el calor del día.